—Siempre me he considerado un romántico del siglo XXI y conociendo como eran los café cantantes del XIX y el XX, me pareció ideal para explicar la colección Bellver-Mejías
—¿En la colección del museo hay dos cuadros que recrean perfectamente el ambiente de uno de aquellos lugares de ocio de la Sevilla decimonónica.
—Así es. Uno es el cuadro de Dióscoro de la Puebla, titulado Café Cantante, de 1880; y el otro de Bernardo Fernández, titulado Un día de juerga, de 1872.
—Entre la idea que usted tiene y lo que vemos en esos cuadros ¿habrá mucha diferencia?
—Intentaremos adornarlo con mantones cedidos por Foronda y con espejos que nos harán posible recordar estos cafés en un patio como el de la casa Fabiola.
—¿Un café cantante estaba más cerca de un espectáculo de varietés o de un cabaré con chicas alegres?
—Mucho más cercano de un espectáculo de varietés. Aunque el flamenco era una señal de identidad y no descubrimos América diciendo que había muchachas y muchachos de vida alegre.
—El caso es que el flamenco, desde el principio, fue fijo en los carteles de la oferta de estos locales. El de Silverio Franconetti marcó época.
—Silverio profesionalizó el trabajo de cantaores, guitarristas y bailaores. A Antonio Chacón le pagó 16, 25 pesetas al mes. Un magnífico sueldo en el siglo XIX. Fue el Pulpón del siglo XIX.
—Tampoco se queda atrás el del Burrero, que llegó a meter una vaquilla en el local para redondear su oferta.
—Buscaban el espectáculo en una Sevilla donde había mucha competencia, sobre todo con el de Silverio. La ocurrencia de la vaquilla se debe a que entre su público abundaban los aficionados y los toreros.
—La noche sevillana decimonónica estaba en poder de estos cafés cantantes. ¿Qué pensaban las élites de semejantes espectáculos?
—Había una Sevilla tradicional que no lo frecuentaba. Y otra más liberal que se ofrecía a llevar a los viajeros románticos a disfrutar de aquellas noches sevillanas costumbristas.
—¿El ambiente era tan bohemio como lo describen los viajeros románticos?
—Realmente como mejor los conocemos es por los escritos de estos viajeros en sus libros de viajes. Y por los mismos artistas de la colección Bellver-Mejías que frecuentaban aquellos locales, ya que ocurrían muchas historias que luego las recogía la prensa.
—Lo frecuentaban los toreros, los flamencos, los aficionados a la cinematografía, al circo, al baile. Era una especie de todo a cien ¿no?
—Eran locales donde los artistas y el público se ponían el mundo por montera. Casi estaba prohibido prohibir.
—En los periódicos de la época se daban noticias de lo que pasaba en aquellos locales. Y fue lugar de trabajo de los grandes del costumbrismo local, que dibujaban caricaturas para los periódicos y revistas donde trabajaban.
—García Ramos, Gonzalo de Bilbao y Hohenleiter eran asiduos de estos locales. Dibujaban para los periódicos de la época. O hacían bocetos para sus cuadros. Algunos están en la colección.
—¿A algún pintor le atrajo el café cantante por asuntos extralaborales?
-(Risas) Seguramente. No olvide que en estos locales había reservados…
—¿Pero hubo toreros que fueron muy felices en aquellos locales…
—¿Especialmente El Gallo, que conocería a la grandísima bailaora Gabriela Ortega, casándose con ella y siendo la madre de la dinastía de los Gallos.
—¿Se sostiene la idea de que, el café cantante, llegó hasta Sevilla de la mano francesa de las varietés. ¿Es así?
—Seguramente fue una adaptación del café concert parisino a los gustos locales, sirviendo, además de café, manzanilla (no rebujito) y licores.
—Y luego Sevilla exportó la idea ya como café cantante al resto de Andalucía y a Madrid y Barcelona?
—Fue así y España registró la nada despreciable cantidad de más de trescientos cafés cantantes, la mayor parte de ellos ubicados donde usted dice.
—El Novedades fue el último local de esta estirpe. ¿Recuerda el cartel de su despedida?
—Ya había más cupletistas y cine que flamencos. El café cantante estaba en la UVI.
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