Este jueves 16 de septiembre llega al Metropolitan de Nueva York ‘Florencia en el Amazonas’, una ópera inspirada en el universo literatio de Gabriel García Márquez, con un libreto en castellano de Marcela Fuentes-Berain y música del mexicano Daniel Catán. En el reparto figura una cantante española: Nancy Fabiola Herrera. «Es una obra bellísima, que adoro especialmente -dice- porque su música y el tratamiento de los personajes es muy teatral y profundo». La mezzosoprano canaria, una de nuestras voces más admiradas y respetadas internacionalmente, conoce bien el coliseo neoyorquino, en el que debutó en 2005 en ‘Madama Butterfly‘ y en el que ha cantado en once temporadas desde entonces: ‘Carmen’, ‘Rigoletto’, ‘Nabucco’, ‘Salomé’, ‘Sansón y Dalila’ o ‘Don Carlo’ son alguno de los títulos en que ha intervenido.
Los teatros españoles conocen perfectamente a Nancy Fabiola Herrera, que la temporada pasada cantó en el Teatro de La Maestranza de Sevilla, el Auditorio Alfredo Kraus de Gran Canaria, el Auditorio de Tenerife, la Ópera de Oviedo, el Palau de Valencia, el Auditorio Nacional de Madrid, las temporadas de la OCNE y la Orquesta y Coro de RTVE o el Teatro de la Zarzuela, donde estrenó ‘Trato de favor‘ de Lucas Vidal y Boris Izaguirre.
Pero se le resistía el Teatro Real, donde no cantaba desde 2013, cuando interpretó ‘Il postino‘, también de Catán. Volvió al coliseo madrileño hace un par de meses para encarnar a Neris en ‘Medea‘, de Cherubini. «Lo he echado de menos… Le tengo mucho cariño a este teatro, le tengo mucho cariño a todo el personal; a muchos de ellos los conozco de cuando yo debuté aquí, con ‘La dama de picas’, en 2004. Me encanta venir y ver que todavía están en el teatro personas que estaban entonces», dice la mezzo.
¿Los teatros de ópera son lugares acogedores o se nota frialdad en ellos?
Depende de dónde. Los que han sido acogedores lo siguen siendo. Algunos han cambiado, pero los que tenían la costumbre de mimar a los artistas la mantienen. En Alemania yo he notado más frialdad, falta calidez. Puede ser el carácter, la cultura, la manera de hacer ópera… A veces parece más una fábrica que un teatro de ópera. Hay veces que no viene nadie a darte la bienvenida. No digo que vayan a buscarte al hotel y te lleven en coche a cualquier parte, pero sí creo que cierta consideración con nosotros deberían tener. Los teatros americanos son, en general, muy amables, cuidan del cantante. Incluso una casa como el Met, que es muy grande, tiene calidez: el staff, el personal que trabaja, desde los guardias de la puerta hasta el que te asignan a la que te asista durante toda la función, los pianistas, los ‘coaches’… Hay un ambiente de trabajo muy lindo. Tienen cuatro o cinco producciones a la vez, pero hay una sensación de calidez.
¿Y en España?
También, encuentras esa calidez en cualquier teatro que vayas.
Usted viene de Canarias, una tierra donde siempre ha habido buenos cantantes. ¿Por qué cree que ocurre esto?
Yo creo que está muy relacionado con el folclore. El nuestro desarrolla las voces, porque requiere un canto bastante lírico, y desarrolla sobre todo las voces agudas. En general aparece más voces agudas que graves, pero es una tierra de cantantes. No sé si tiene que ver también el clima. En los sitios que tienen un clima más benévolo la gente es más alegre, tiende más a expresar, y su música, su folclore, siempre es más hacia afuera. En Canarias, al menos cuando yo era jovencita, la manera que teníamos de pasar un rato divertido era juntarnos varios compañeros con guitarras y cantar. Hay muchos grupos de música folcórica: Yolanda Auyanet, Davinia Rodríguez, Jorge de León, Pancho Corujo… todos empezaron en grupos de folclore; César Albelo, en la tuna… Y de ahí pasaron a la lírica.
«Alfredo Kraus estableció una referencia de excelencia, de buen hacer. Y eso es importante. Hoy en día hay más oportunidad de formación, pero no hay una disciplina de excelencia»
¿Cómo influye tener como referencia a una figura como Alfredo Kraus?
En Canarias hay una tradición operística de las más antiguas de España; una tradición musical muy amplia para ser unas islas pequeñas… La Filarmónica más antigua de España es la de Gran Canaria. Y todo eso ayuda a ese cultivo de voces y de gente que se dedica a la música de la que hablaba antes. Alfredo Kraus es, evidentemente, un referente absoluto para cualquier músico de allí, y más si eres cantante de ópera. Como cualquier personalidad de tu tierra a la que admiras, siempre va a ser un orgullo y una inspiración. Él también dio a conocer las islas por todo el mundo; mucha gente conoce Canarias por Alfredo. Él estableció una referencia de excelencia, de buen hacer. Y eso es importante. Hoy en día hay más oportunidad de formación, pero no hay una disciplina de excelencia. Las prisas, querer gastar menos dinero, que redunda en trabajos menos exhaustivos y menos ensayos… No se da tiempo para que las cosas se desarrollen… Estamos hablando de ópera, de voces; no se puede forzar el desarrollo de un cantante, que tiene su instrumento en el cuerpo.
¿Se cuidaba más a los cantantes antes que ahora?
Creo que se cuidaba más, sí. Había agentes, managers, que conocían la voz y si recibías una oferta para la que no estabas preparado, te lo decía. Las tradiciones también han ido cambiando. Y todo eso ha ido en detrimento de la calidad. Hoy estamos en el mundo de la imagen, se buscan cantantes que sean guapos, que tengan buena apariencia, y si cantas mejor o peor parece algo secundario. O no se tiene en cuenta si tal o cual papel es adecuado para tu voz, y se lo ofrecen a cantantes jóvenes papeles que no son adecuados para ellos pero que no rechazan porque piensan que no les van a contratar más si dicen que no.
Y en este mundo decir que no es muy importante.
Mucho; si quieres tener una carrera longeva, sí, porque al programador, a la hora de la verdad, tampoco le importa mucho lo que suceda con tu voz. No te desea mal, desea que te mantengas fresco, pero no se da cuenta de que te tiene que ayudar. No le puedes dar una ‘Tosca’ o una ‘Butterfly’ a una chica de 25 años. Hace falta más coherencia en ese sentido. Le cuento una anécdota que me llamó mucho la atención: hace unos años fui a Sidney a cantar ‘Carmen’, y cuando entrabas tenían las paredes llenas de fotos de los cantantes de la época dorada que habían pasado por allí, y ninguno tenía menos de 40 o 45 años… Ninguno. Hoy en día, lo que prima es la juventud, y yo la defiendo siempre que haya un criterio. Lo que ha de primar es la voz, que puedas defender un personaje sin hacerte daño; se han de tener en cuenta las exigencias de la partitura, la orquestación… Y hoy en día, creo, hay mucha precipitación. A la edad en la que antes un cantante estaba en su cénit, ahora está en su declive y como de retirada.
¿Se piensa más en la retransmisión de la ópera en cines o plataformas que en la función en el teatro?
A veces, sí. Y en la ópera la voz debería primar. Es importante, claro, la correspondencia física con el personaje y la parte actoral, que es importantísima; pero sin la parte vocal… La voz es lo que tira de todo lo demás. En la ópera debe dársele prioridad a la voz, a su calidad y al tipo de voz que necesita el papel.
¿Hoy en día hubieran triunfado igual Montserrat Caballé o Luciano Pavarotti?
Vaya usted a saber. Con los criterios de físicos que hay, no. Al menos en Europa. En América hay un poquito más de margen en ese sentido, no están tan obsesionados. Sigue primando la voz.
¿Se ha encontrado con cantantes sobrevalorados por el hecho de ser jóvenes y guapos?
Sí, sí, claro. Hoy en día, los cantantes somos un producto; si sabes manejar bien el márketing y la publicidad, puedes hacer carrera que tal vez en otros momentos no hubieras hecho. Somos productos, la verdad, y hay productos sobrevalorados por su físico… Y por otros factores: las relaciones, los contactos…
«Hoy en día, los cantantes somos un producto; si sabes manejar bien el márketing y la publicidad, puedes hacer carrera que tal vez en otros momentos no hubieras hecho. Somos productos, la verdad, y hay productos sobrevalorados por su físico…»
¿Cómo se siente usted en este mundo?
-Yo sigo conservando la ilusión por cantar. Los nuevos proyectos me motivan, me gusta cantar. Lo siento como una misión interna desde jovencita. Y ya entonces una de mis prioridades era tener una carrera longeva, y me preocupaba tomar las decisiones correctas a lo largo y saber mantenerme. Los años han ido pasando, pero cada día para mí es como el primer día. Un cantante no se puede dormir en los laureles, se tiene que estar reciclando y estudiando, y cuidando el físico… Cada nuevo proyecto es un comienzo. Y a mí me gusta volver de vez en cuando al belcanto porque es la medicina de la voz. El mundo de la ópera ha cambiado en muchas cosas. No es fácil, y a veces te puede desmotivar, pero debes concentrarte en tus propósitos. Yo he de ser honesta, para comunicar yo no puedo engañar a la gente. Nuestro cometido es comunicar a través de la música, es contar una historia. Y para eso yo tengo que estar con el ánimo bien… Algo bueno que nos ha dado esta era es que no hay tantas rigideces. Sin perder la excelencia, hay otras maneras de llegar al público, muchas maneras de hacer este género, y no necesariamente caer en la chabacanería, sino hacerlo seriamente. Es una época donde se valora la creatividad y creo que la ópera y la música clásica deberían aprender un poco más del pop en cuanto a márketing y publicidad.
Y quitarle solemnidad…
Exacto. La ópera es un arte sublime. Es importante porque se abre el alma. Ofrece una experiencia inigualable, totalmente diferente a la que ofrecen otros estilos.
Usted ha cantado mucha zarzuela…
Creo que tendríamos que darle mucha más importancia y preocuparnos por hacerla bien. Hubo un momento en que por falta de recursos y de apoyos se empezó a hacer de aquella manera, y de alguna manera todavía está señalada. Pero no nos damos cuenta del potencial que tiene, incluso económico. Invertimos más en lo que nos venden de afuera, como el musical de Broadway, que hemos comprado… Pero cuando se ha hecho la zarzuela bien ha tenido éxito en todas partes.
«Los españoles tendemos a avergonzarnos de lo nuestro, pensamos que no tiene la calidad suficiente. Ese es uno de nuestros defectos: no damos valor a lo nuestro»
¿Pero en España se cree en la zarzuela?
No, pero no solo no creemos en la zarzuela. Los españoles tendemos a avergonzarnos de lo nuestro, pensamos que no tiene la calidad suficiente. Ese es uno de nuestros defectos: no damos valor a lo nuestro.
La mayoría de los cantantes españoles de primera línea apuestan por la zarzuela y la hacen en escena, no como hace treinta años.
Es que antes, si tenías una carrera operística y hacías zarzuela, te miraban mal. Te vetaban. Recuerdo una conversación con uno de mis agentes hace unos años; le preguntaba por qué no cantaba más ópera en España cuando lo hacía en teatros como el Metropolitan o el Covent Garden. Me dijo: porque te consideran una cantante de zarzuela. ¿Y eso es malo?, le pregunté. Es una mentalidad curiosa, pero incluso yo, que empecé con la zarzuela, me cuidaba mucho de hacerla cuando estaba intentando abrirme un hueco en la ópera. Afortunadamente esa mentalidad empieza a desaparecer.
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