Triste resulta verificar que en las ahora llamadas colas del hambre (como en tiempos muy lejanos) aparecen día a día gentes sin trabajo, que gozaban años atrás de una posición económica favorable. Hay periodistas, lo que nos llega al alma en particular a quienes vivimos de este oficio, y rostros en otra época que disfrutaron de popularidad y dinero para vivir sin estrecheces, cómodamente. Uno de ellos, en particular, fue identificado como María F. P., modelo años atrás y presentadora de un popular programa de TV.E Quien firmaba esa información era Ana del Barrio, en las páginas de El Mundo. Joaquín Prat se hizo asimismo eco de la noticia y entrevistó en los estudios de la cadena Cope a susodicha presentadora., pero manteniendo su anonimato. En ambos casos se nos hurtaba con más detalles la identidad. Y por tanto, su imagen. Sólo de espaldas. En la tristísima fila en el madrileño barrio de Tetuán, a las puertas de la Fundación Madrina.
Nuestro trabajo ha consistido en obtener más datos. Es Maite Fernández, madrileña, quien desde que tenía catorce años posó para varios pintores en Barcelona. Sería en los estudios catalanes de Televisión Española, en San Cugat del Vallés, donde en 1985 fue presentadora del programa-concurso “Cantantes y sonantes”, Había sustituido a Norma Duval en ese cometido y durante una temporada lució su atractivo ante las cámaras: alta, midiendo 1,75 de estatura. Otras medidas: 89-62-85. Sin saber las razones, Maite Fernández dejó de presentar al año aquel espacio y su puesto lo ocupó la azafata de Si lo sé no vengo Jair Pont.
Maite Fernández decía no ser guapa “sino resultona”. Soñaba con estudiar Arte Dramático en Nueva York en su afán por probar suerte en el cine. Fue un tiempo modelo. Y luego su figura se difuminó hasta desaparecer de las revistas de televisión y el cotilleo. Hemos sabido que fundó su propia agencia como directora de “cásting” aprovechando su experiencia de azafata de programas televisivos. Hablando varios idiomas también se ganó la vida como intérprete. Eran años felices para Maite Fernández. Se casó, enviudando no hace mucho. Y a partir de esa circunstancia su nivel de vida fue reduciéndose, en tanto le era difícil llevar dinero a casa. Hasta llegado el día en el que no percibía ingreso alguno.
Sin prestación social, sin encontrar una mano amiga que la ayudara a salir de ese pozo oscuro y profundo, sin familiares o allegados que le echaran una mano este otoño, ya ahora invierno le está siendo penosísimo el día a día para siquiera ir tirando. Con cincuenta años confesados no ve luz en el horizonte que la saque de su amarga situación. “Vivo en casa de una vecina que me ha puesto un colchón en el suelo para dormir”. No dispone, por lo tanto, de una vivienda. Conscientes somos que su historia es desgraciadamente la de miles de personas que pasan estos días de villancicos y deseos de esperanza, entre repetidos eslóganes de felicidad para el nuevo año. Ellos, como Maite, que ven el cielo negro…
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