Ciudad de México /
O mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en el villano. Esta frase extraída de la película The Dark Knight de Christopher Nolan parece estar dedicada a Lizzo.
La cantante pasó en cuestión de días de ser la vitoreada activista por el body positive a ser acusada en denuncias legales de supuesto acoso sexual y hostigamiento laboral e incluso cancelada por celebridades como Beyoncé.
En la demanda en su contra se incluyen acusaciones de que bailarinas fueron presionadas para asistir a espectáculos sexuales e interactuar con los bailarines de los espectáculos entre 2021 y 2023. Asimismo, se le señala de cuestionar la virginidad de algunas de sus bailarinas y traicionar su propia causa al hacer body shaming a algunas personas miembros de su equipo a causa de sobrepeso.
En su defensa, la cantante declaró ser muy abierta sobre su sexualidad y expresándola, quedando la duda de si esto, lejos de eximirla, resultaba una aceptación de la culpa y más bien descargaba cualquier intención maliciosa de sus actos, pero no la realización de éstos.
No obstante la intención, pues es papel de la fiscalía demostrar la culpabilidad de la cantante, lo que sí nos toca como sociedad es qué hemos hecho mal en tiempos actuales para que los que un día eran aclamados como activistas hoy sean señalados como agresores.
Primero, deberíamos de comprender que el activismo es la lucha para conseguir cambios en pro de personas o seres vivos en condiciones de vulnerabilidad, o por elementos culturales y ambientales en riesgo. La lucha implica que sea por un bien colectivo y no una batalla personal. Habría de analizarse si las declaraciones y acciones de Lizzo contra el body shaming era por el empoderamiento personal o colectivo.
Pero en este caso no sólo se presta para cuestionar si todos los activismos lo son, sino también para replantearnos las premisas de otros movimientos. #MeToo, que cimbró a la sociedad por las denuncias de acoso y hostigamiento sexual, ha sido cuestionado a últimas fechas por el totalitarismo que cobran los señalamientos mediante la frase emblemática #YoTeCreo.
En el caso de Lizzo en particular faltará más que un simple acto de fe en la denuncia: habrá que respaldar la acusación en evidencias, pues quien acusa debe probar. Una premisa tan básica que ha sido suplantada en esta época por linchamientos mediáticos que sirven para inculpar o campañas de apoyo para eximir. Y no debemos de dejar pasar la oportunidad de reforzar los procedimientos seguidos en el #MeToo, no con el objetivo de demeritar a las víctimas, sino de fortalecer sus denuncias.
Al aplicar el #YoTeCreoHermana en la denuncia contra Lizzo, ¿a quién le estaríamos creyendo en esta situación? ¿A qué hermana se le creería? Y aquí es la oportunidad de replantearnos que el sistema patriarcal no respeta géneros. Que los roles de victimario y víctima no están preestablecidos. Que todos, hombres y mujeres, podemos jugar ambos papeles, pues es el poder y no el género el que nos da la capacidad de dañar.
Tocará al fiscal decidir si, como dice la canción de Lizzo, “all the rumors are true…”
‘ Este Articulo puede contener información publicada por terceros, algunos detalles de este articulo fueron extraídos de la siguiente fuente: www.milenio.com ’